Domingo, asado en casa con mis suegros (ya programado desde antes de conocer la noticia del embarazo). No hace mucho que los conozco, menos de un año y ni ellos son pegotes familieros ni yo tampoco, así que entre nosotros somos un poco más que conocidos. No tiene nada que ver con el respeto ni el cariño, son formas de ser nomás.
La cuestión es que ellos venían pensando en comerse un asadito y se iban a volver con algo más que la panza llena. Mis suegros y cuñada.
La madre y la hermana tuvieron reacciones esperables: ¡EMOTION, abrazos y besos!
El padre: de movida a mi no me dio pelota, nada, cero. Me da la impresión de que no existo para él o que directamente debería no existir pero existo. No se si me explico. Y a Marian (mi mujer) le dijo algunas palabras de rigor que no escuché. La noticia se las dio Iván (el hijo de mi mujer) en forma inesperada y sin mucho bombo ni platillos: mi mamá está embarazada.
Por lo visto, en esta nueva familia que hemos formado, la expresividad o la demostración emotiva no es el fuerte de los integrantes hombres.
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